Niegan
la Existencia del Infierno Quienes hacia éste se Conducen:
Pbro. Rubén Alberto Ederle
El
infierno y el demonio son temas de los cuales se evita hablar
o se exponen mal, consideró el Presbítero argentino
Rubén Alberto Ederle durante la ponencia "Infierno
Acción del Demonio", la cual se impartió
dentro del ciclo de ponencias del Foro Internacional Fe y Ciencia,
el Orden natural y el orden Sobrenatural, que se llevó
a cabo en la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).
El
ponente señaló que en fin principal de estos temas
no es inspirar miedo, pero "si el miedo al infierno evita
a alguno caer en éste, bienvenido sea este miedo (...)
porque cuántas almas hay en el cielo por temor al infierno",
además, dijo vale más tener miedo en este mundo
que en el más allá.
Citó
a varios textos de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la
Iglesia fundamentando la existencia del infierno como un lugar
en el que recibirán castigo las almas de los malos, los
pecadores, los impíos que no se arrepientan.
Al
cuestionar el por qué hay muchos que tratan de negar la
existencia de esta realidad, refirió que "la razón
es muy simple, si lo ladrones pudiesen suprimirían la policía
que les impide su trabajo, pues bien, los que son malos tratan
de minimizar la pena del infierno porque es para ellos".
Explicó
que a lo largo de la historia se han difundido errores sobre la
existencia del infierno y su naturaleza, estando entre estos el
"condicionalismo", sostenido por teólogos protestantes,
la secta de los Testigos de Jehová y los gnósticos,
quienes afirman que las almas son aniquiladas en el infierno;
el "universalismo", sostenido por los Albingenses, que
señala que el infierno es un lugar de purificación.
Comentó
que en el infierno existe para las almas "la pena de daño"
que es el dolor por no ver a Dios y la "pena de sentido",
tormento con fuego real superior al que conocemos, ya que es capaz
de infrigirse en las almas, como la sal que quema pero no consume.
Acerca
de la acción del demonio sobre el mundo señaló
que el oficio de este ser es el de la tentación, aunque
no todas son atribuibles a él, aclaró, además
que nadie puede ser tentado más allá de sus fuerzas.
Además de la tentación, explicó, existe la
obsesión, incursión fuerte del demonio en el alma
que no deja dudas sobre su intervención y que puede derivar
en la posesión; sin embargo, aclaró, es más
peligrosa la obsesión porque embate el alma con una idea
fija de hacer lo que no se debe, mientras que en la posesión,
aunque es más impactante, el demonio sólo tiene
injerencia sobre el cuerpo, al que manipula de manera despótica
obligando al poseso a hacer cosas que normalmente no haría,
pero el alma está libre.
Como
signos inequívocos de posesión mencionó acciones
del poseso como hablar muchas palabras en lenguas desconocidas,
la facultad telépata para transmitir pensamientos en forma
de imágenes, la acción telekinésica sobre
objetos, una fuerza notablemente superior y transformación
en aspectos animalescos.
Mejor
que un exorcismo, dijo, contra la posesión existe la Sagrada
Comunión, "comulgar u comulgar bien en gracia de Dios;
la oración, el ayuno; los sacramentales como el agua bendita,
que dependen de la fe de aquél que los realiza; así
como la invocación de los nombres de Jesús y de
María.