La Muerte: lo Efímero de la Vida y la Trascendencia del Destino
Eterno
En
ningún caso el hombre debe revelarse ante la muerte, pues ésta
es inevitable, no es posible ni debemos evadirla, señaló el Pbro.
Ramiro José Sáenz, durante su intervención en el Foro Internacional
Fe y Ciencia con el tema "La Muerte, ¿Tragedia Final o Comienzo
de la Vida?"
La muerte ha impactado siempre al hombre de todos los tiempos,
de todas las culturas y así será con futuras generaciones. Existe
la interrogante ¿qué sigue después de la muerte?, ¿es el final
o el inicio de una vida? El pensamiento de la muerte ha suscitado
una inquietud a razonar este hecho ante la certeza de la existencia
del temor a ésta, y para la cual cada persona debe estar preparada.
Ante la realidad de la muerte que pasa imperturbable segando vidas
humanas, "que nos toca a todos y que nos arranca a nuestros seres
queridos", frustrando nuestro anhelo de felicidad, ante esto nadie
puede permanecer indiferente; por lo que debemos estar preparados
física y psicológicamente, pues es necesario asumirla, dijo el
sacerdote de origen argentino, quien también es licenciado en
Teología por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de
Roma.
La
historia nos dice que el paganismo vivió angustiado ante el problema
de la muerte y no le encontró solución, agregó, ya que para Cicerón
la filosofía se reducía a un "reflexionar sobre la muerte" y Epicteto
recomendaba: "tu dedícate a aprender a morir". El neopaganismo,
por otro lado, ha intentado en vano ensayar diversas "soluciones"
al problema de la muerte, sin que ninguna llegue a ser perfectamente
satisfactoria, porque ninguna es coherente con la naturaleza real
del hombre y sus exigencias, ni la que ignora la muerte, ni la
que le resta importancia, la que la considera un absurdo al igual
que la existencia, la que se resigna estoicamente a ella, la que
la reduce a un simple proceso natural, ni la que, basada en antiguas
corrientes orientales actualizadas por la "New Age", ofrece al
alma la oportunidad de una "reencarnación", ha dado origen a manifestaciones
"inmortalistas". Sin embargo, el neopaganismo moderno ha desembocado
en una "cultura de la muerte", que es consecuencia de la vida
separada de Dios, la manifestación de la otra muerte que sí es
capaz de afectar al hombre, "la muerte eterna", señaló el Pbro.
Ramiro José Sáenz.
Hay
quienes creen contar con un potencial muy grande, y que pueden
llegar a usarlo para lograr un dominio sobre el dolor y la muerte,
pensamientos que son basados en grupos "inmortalistas", que con
ignorancia olvidan, que finalmente todos ellos también morirán.
Muchos
misterios, como en este caso, la muerte, nos han sido revelados
por Cristo, en seis grandes verdades: nuestro cuerpo es bueno,
ha sido creado por Dios, es parte nuestra y ha de volver a la
vida. La muerte tiene un carácter penal, es el pago de la deuda
que tiene la humanidad con su Creador por el pecado original.
El cristiano sabe que lo malo no es la pena sino el merecerla
y la acepta como un bien, en un sentido moral. Para el creyente
la muerte purifica toda la existencia humana y se convierte en
un acto meritorio. María intercede por nosotros en la hora de
nuestra muerte; y la Iglesia nos conforta con los Sacramentos
de la Unción y de la Eucaristía. Cristo ha vencido a la muerte
para devolver la vida a la humanidad. Los cristianos confiamos
en que "los sufrimientos del presente" no pueden compararse con
"la gloria futura". Cristo resucitado nos ofrece la posibilidad
de incorporarnos a Él ya desde esta vida a través de los Sacramentos
del Bautismo, de la Eucaristía y, en los últimos momentos, con
la Unción de los enfermos que hacen de la agonía y de la muerte
un acto sacramental, explicó el sacerdote y también escritor.
Por
otra parte, dijo que la actitud inusitada del cristiano ante la
muerte, se transforma en un estilo de vida novedoso, en el que
el bautizado toma sus decisiones diarias como si estuviese en
el momento de la muerte valorando lo efímero de la vida y la trascendencia
de su destino eterno.
El
Pbro. Ramiro José Sáenz concluyó su participación añadiendo que
la certeza de la muerte y la incertidumbre del día en que llegará,
mantiene al cristiano en un estado de "vigilia" que lo prepara
para una muerte buena, agregó. Pero la mejor expresión de la mística
cristiana la encontramos en los mártires, testigos de la fe y
semilla de nuevos cristianos, quienes creyeron y confiaron en
Aquel que dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida".