El Hombre y la Creación, Reflejos de la Belleza de Dios

Por Rafael Lozornio Barragán

“Dios es verdad, belleza y bondad absolutas y Él y sus características se reflejan en sus obras, el hombre y la creación entera”, dijo el Dr. Norberto Ferro, profesor en letras, investigador y articulista argentino, en la segunda jornada del Foro Fe y Ciencia que organiza la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).

Durante este discernimiento de la belleza, el destacado conferencista señaló que el alma humana, obra y reflejo también de Dios, se extasía con la contemplación de lo bello. Belleza que se busca en el alma recta para encontrarse con su Creador y contemplarlo.

Manifestó que la belleza no puede ser desvinculada de Dios ó como la frase de Alberto Boxaidos: “carece de sentido desvinculada de la verdad metafísica”; por lo que el ateísmo y el antiteísmo solamente pueden producir mentira, maldad y fealdad.

Dijo que el hombre común piensa que el arte moderno busca nuevas expresiones de lo bello, cuando en realidad no es así; ya que el llamado arte moderno es anti arte, tiene a lo inorgánico en oposición a lo organizado, a lo caótico en oposición al orden y tiene a lo deshumanizado en oposición a lo verdaderamente humano, que se liga a Dios.

Aseveró que los principales forjadores del anti arte no piensan en su actividad como instrumento para representar o comunicar belleza, sino en una supuesta actividad artística como instrumento ideológico de guerra contenciosa para destruir el orden y lo bello, en rebeldía contra la armonía.

Su pretensión es, continuó, que una vez aceptados los cánones desintegradores de la estética se acepte la mentira y, bajo pretexto de una nueva estética, estructurar una sociedad con nuevas normas, lo cual lleva a una subversión que no es solamente terrorismo y violencia físicas, sino una corrosión de la vida espiritual, del pensamiento y del sentido religioso y trascendente de la existencia.

Terminó su intervención diciendo que el hombre de hoy es un ser empobrecido, especialmente de lo bello y manifiesta esa hambre y sed de belleza, que sólo podrá ser saciada en la eterna contemplación de Dios o temporalmente en un orden cristiano, viviendo los valores divinos.

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