Existe
un Nuevo Orden Filosófico, el Conocimiento
de la Verdad: Widow Antoncich
Por
Carmen Alicia Huerta Flores
Iniciando
con el programa de conferencias de la tercera
edición del Foro Internacional Fe y Ciencia
Revolución y Restauración, que tiene
lugar en la Universidad Autónoma de Guadalajara
(UAG), se llevó a cabo la primera ponencia
magistral “¿Hay un nuevo orden filosófico?,
a cargo del especialista chileno, Dr. Antonio
Widow Antoncich.
Ante
los participantes, entre ellos ideólogos,
catedráticos y estudiantes, expuso los
argumentos que dan respuesta a la pregunta que
abrió esta ponencia, a partir de las concepciones
que caracterizan el católico que trasciende
la esfera de lo material o meramente histórico
para elevarse a lo espiritual y teocéntrico.
La concepción actual del universo y del
hombre, de la vida y del modo de pensar, obedecen
a una visión no sólo sin fundamentos
cristianos, sino también, en muchas ocasiones,
antinaturales, consideró.
Lo
nuevo ha gozado siempre de poderes seductores,
también en filosofía; el problema
está en que la mayoría de las novedades
ya no lo son al día siguiente y que estar
pendiente de ellas obliga a una gimnasia mental
agotadora y que no da absolutamente ningún
fruto.
Pero
hay novedades que permanecen: la condición
es que se presenten no sólo como algo distinto
a lo que ya se sabía, sino como aquello
que, por razón de su intrínseco
valor, trasciende lo meramente temporal.
Por
lo tanto, improvisó por el momento a una
respuesta a la pregunta inicial ¿Hay un
nuevo orden filosófico? “Sí,
hay una nueva filosofía, la cual es muy
antigua”, respondió.
Expresó
que es la sabiduría lo que busca el filósofo,
y ella consiste en palabras de Aristóteles,
“en saberlo todo en la medida de lo posible,
sin tener ciencia de cada cosa en particular”.
Es decir, que lo se busca es entender y el objeto
del acto de la inteligencia es todo.
El
conocer es la mayor perfección a la cual
puede aspirar una criatura, por lo que hizo referencia
a Santo Tomás de Aquino, quien mencionó
que la perfección que corresponde a cada
cosa según su especie o naturaleza es siempre
limitada, porque excluye la perfección
propia de las demás cosas. La última
perfección a la cual puede alcanzar el
alma, según los filósofos, es que
en ella se describa todo el orden del universo
y sus causas; con lo cual identificaron también
el último fin del hombre, fin que, según
nosotros, se dará en la visión de
Dios, comentó el especialista.
Se
trata de la perfección del sujeto por el
acto de conocimiento y el conocimiento es necesariamente
de algo, es decir, que no es un estado interior
o una mera afección, sino un acto especificado
por aquello que se conoce, lo cual de este modo
se hace presente al sujeto como su objeto, por
lo que el conocimiento es por su propia naturaleza
objetivo. La filosofía es la que examina
principios y señala fines, y todas las
otras ciencias reciben de ella la definición
de sus propios fundamentos.
Esta
disciplina tiene en su base algo trivial, requisito
para todo hombre que quiera ejercer como persona
inteligente y que en razón de esto ha constituido
por siglos la base de lo que en la civilización
de Occidente ha sido llamado educación
secundaria. Es aquello que los antiguos llamaron
el trivium o lo que también se llamó
humanidades. Las tres disciplinas, de ahí
el nombre, que han conformado esta etapa fundamental
en la educación de la inteligencia, son
la dialéctica, la retórica y la
gramática; esto no era aún filosofía,
es más elemental que la filosofía,
pero por lo mismo, es una puerta de entrada a
ella absolutamente indispensable.
La
verdad está en nuestros entendimientos
y se trata de descubrirla: pero no se identifica
con nuestros entendimientos, está en ellos
por participación, como la figura visible
en el espejo. Por consiguiente, conocer la verdad
exige trascenderse a sí mismo, para reconocerla
en su origen. Esta búsqueda de la verdad
en su origen es la tarea del filósofo,
cuya finalidad no es la de registrar la multitud
de verdades particulares, sino descubrir la verdad
por la cual ellas son verdades.
En
la filosofía actual el hombre es una cosa
que produce otras cosas. Es una especie de robot
de contextura muy refinada, cuya función
es producir y consumir. No es posible concebirlo
como un sujeto que tenga dominio sobre sus actos
y que sea causa propia de su conducta: la inteligencia
es una prolongación de los sentidos y cumple
en el hombre la función que éstos
tienen en el animal, la de adaptarlo al medio.
La voluntad, por lo mismo, es un instinto agudizado
y capaz de retroalimentarse.
Esta
concepción determinista del hombre, ser
sin ninguna trascendencia, está en la base
de lo que se llama hoy liberalismo: todos controlamos
y somos controlados. El control va siendo más
eficaz, a medida que aumenta el nivel de análisis
de la conducta humana.
Lo
que hace el liberalismo se convierte en el peor
instrumento de opresión aplicado a la vida
de los hombres. El GULAG liberal es mucho peor
que el soviético, pues sus alambradas y
sus guardias no se ven y se instalan en el mismo
espíritu de los hombres, quienes a cambio
de la posibilidad siempre abierta de satisfacer
sus gustos concurriendo a un mercado, aceptan
que al bien se le llame mal y al mal bien.
Además,
nadie puede quitarnos la libertad interior si
nosotros no renunciamos a ella. Es posible, si
hay voluntad para ello, buscar la sabiduría
como la buscaron nuestros antiguos maestros. El
acceso a ella está siempre abierto, los
impedimentos están puestos por los hombres.
Con esto significa que existe un orden filosófico,
uno sólo, que es aquel cuyo fin es el conocimiento
de la verdad. De la verdad, en singular.
Aprender
a entender implica una necesaria aproximación
vital a la persona del maestro, pues no es sólo
la lógica interna de su doctrina lo que
hay que captar, sino que también hay que
lograr la sintonía afectiva propia de un
común amor por la verdad. Lo cual no se
logra mediante la reducción de la filosofía
del maestro a esquemas, aunque éstos, sin
duda, puedan tener en algún momento utilidad
didáctica. La explicación última
de la desoladora situación actual de la
filosofía es, sin duda, la falta de amor
a la verdad, concretó el filósofo
Dr. Antonio Widow Antoncich, quien ha dirigido
cursos y cátedras internacionales en universidades
y también ha publicado alrededor de 60
artículos en revistas especializadas o
en libros de varios autores, así como cerca
de 400 artículos breves en diarios o revistas
de difusión general y es autor del libro
“El hombre, animal político”.
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