Santo Tomás de Aquino, Promotor de la Paz Espiritual y la Verdad Divina


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or Carmen Alicia Huerta Flores

Un hombre de profundo pensamiento que ilumina con su obra lo filosófico, ético, educativo, antropológico, lingüístico, psicológico, artístico y fundamentalmente lo teológico, Santo Tomás de Aquino; personaje al que se refirió en su exposición el Lic. Bernardo Castillo Morán en el Foro Internacional Fe y Ciencia 2003.

Catedrático de distintos cursos sobre Filosofía en la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), el Lic. Bernardo Castillo Morán inició su ponencia expresando que la “ciudad terrena” es una construcción temporal fundamentada en la rebelión del hombre contra Dios. Por el contrario instaurar todo en Cristo se fundamenta en el magisterio de la Iglesia y Santo Tomás de Aquino, indicó.

Mencionó que la ciudad santa Dios la fundó eterna, habitando en medio de ella. Al autor de la ciudad santa le quieren anteponer los dioses de la ciudad terrena. A la Cristiandad Medieval le anteponen la nueva cristiandad liberal. Satanás es el iniciador de la ciudad terrena.

“La ciudad pagana o terrena fue una construcción sofística, en ella la ciudad y la política se convirtieron en utilitarismo y en retórica vacía, siendo sus características: el relativismo, subjetivismo, escepticismo, banalidad, etc., su finalidad no fue la verdad, sino el pragmatismo. Los sofistas son los constructores de la ciudad terrena (del hombre)”, comentó el especialista.

La actitud farisaica y de hipocresía religiosa de la ciudad terrena tiene una triple actitud. La observancia externa y superficial de la ley, sin interioridad ni autenticidad; divorcio y contradicción entre la Fe y la vida, las palabras y los hechos; orgullo y menosprecio por los demás, agregó.

Manifestó el expositor que la cristiandad liberal es la continuación de la ciudad terrena, fundamentándose en el progresismo, proclamado por los marxistas y neomarxistas.

Comentó que para Santo Tomás de Aquino la verdadera felicidad del hombre, consiste en la suprema felicidad, es decir, en la contemplación de la Verdad; a dicha felicidad se ordenan todas las operaciones humanas. Se refiere a la contemplación de la sabiduría que versa sobre las cosas divinas.

La vida total del hombre ha de descansar, como en primera y fundamental verdad, en Dios, poseído en divina contemplación, continuó. A esto deben ordenarse totalmente todas sus actividades: económicas, políticas, culturales o artísticas. O el hombre sirve y se somete a Dios, o sirve a las cosas que no son Dios: placer, pecado, degradación moral, etc. Es Dios el único que puede calmar las apetencias innatas de la voluntad humana, hecha para la Verdad; y de su voluntad, hecha para el Bien. Así se construye la ciudad de Dios. Así el fin de la ciudad terrena es el infierno; y el fin de la ciudad de Dios es el cielo, enfatizó el docente.

Resaltó además algunos rasgos importantes de Santo Tomás de Aquino, quien naciera en el castillo de Roccasecca, reino de Nápoles en los últimos meses de 1225 o en los primeros de 1226; vivió 49 años, muriendo el 7 de marzo de 1274, yendo con San Buena Ventura al concilio de Lyon.

Comentó a Santo Tomás, a la edad de 5 años, sus padres lo enviaron con los benedictinos al monasterio de Monte Casino ingresando como oblato. Ahí aprendió el valor de la contemplación y de la paz espiritual, y el gozo por conocer y amar la Verdad Divina; fue un joven extraordinariamente silencioso.

El Aquinate manifestó con su vida la congruencia de pensamiento, palabra y acción. En la universidad de Nápoles nace su vocación dominica, de ésta le atraen los estudios y la predicación, medios de santificación.

Santo Tomás es discípulo y maestro de la verdad; aprende con San Alberto Magno y es consejero de un rey santo, San Luis Rey de Francia. El Aquinate demuestra un gran respeto por Aristóteles y por los Padres de la Iglesia logrando una gran síntesis entre el conocimiento de la razón natural y de la razón sobrenatural, es decir, entre Fe y razón.

Este Santo contempla todas las cosas en Dios, con Dios y en orden a Dios, es decir, la triple sabiduría el Orden natural (metafísico), el Orden sobrenatural (teológico) y el Orden místico.

La cosmovisión del Aquinate es la Cristiandad, el orden temporal regido por lo sobrenatural; además, integra todos los elementos a través de la Cristiandad. Santo Tomás no separa el conocer del ser; admite en el orden natural un cuádruple orden: físico, matemático, metafísico y sobrenatural.

El ponente hace referencia a la afirmación de Santo Tomás “que el fundamento del orden sobrenatural está en la gratuidad de la Gracia, la creación, la caída y la Redención (la restauración de las cosas por Cristo)”.

La importancia del pensamiento del Aquinate a nivel intelectual y doctrinal es reconocida por el Magisterio de la Iglesia siendo adoptado para la restauración de la Filosofía Cristiana en las escuelas católicas. Además, Santo Tomás fue proclamado celeste patrón de todas las escuelas católicas de cualquier orden y grado.

El experto en la materia expresó sobre las importantes palabras de San Pío X en 1904: “......Debe seguirse a Santo Tomás como maestro en Filosofía y Teología, porque el apartarse de Santo Tomás un solo paso, especialmente en las cosas de la metafísica no sería sin grave daño”.

Así, ante la amenaza del modernismo, que avanza en todos los frentes de la cultura, San Pío X, precisó que la vuelta debía hacerse a Santo Tomás y no a cualquier tipo de escuela escolástica.

En concordancia con lo anterior el Código de Derecho Canónico manda que los profesores han de exponer la Filosofía Racional y la Teología e informar a los alumnos en estas disciplinas, ateniéndose por completo al método, al sistema y a los principios del Angélico Doctor y siguiéndolo con toda fidelidad.

Por tal motivo el mexicano Bernardo Castillo Morán, quien es además Director de la Maestría Filosofía en la UAG, afirma que el estudio de la doctrina de Santo Tomás de Aquino, es esencial para emprender toda tarea de restauración católica.

 

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