RELATORIA

Fecha: 4/Octubre/2003 Hora: 11:15 – 12:45
Conferencia: “La Realeza de Nuestro Señor Jesucristo”
Expositor: Dr. Antonio Caponnetto
Relatores: Dr. Raúl Leguizamón Nelli, Dra. Teresita Castillo de Sainz

La notable y clarividente encíclica Quas Primas de Pío XI, tiene hoy más vigencia que nunca, tanto en los males que denunciaba como en los remedios que proponía.

Los males que entonces señalaba el pontífice son los mismos de ahora: el rechazo de Jesucristo por parte de la humanidad, tanto en la vida privada como pública, y el consiguiente establecimiento de una falsa paz internacional, ya que no puede haber verdadera paz -esto es tranquilidad en el orden- de espaldas al Ordenador.

El laicismo y la apostasía de la sociedad moderna omiten y niegan la Verdad Crucificada no sólo en las almas sino también en los pueblos. Uno por prescindencia, el otro por rechazo explícito. La educación, la justicia, la legislación, la política y la economía, prescinden del Redentor, llegando hasta el extremo de equiparar la Religión verdadera con las falsas, y aún a pretender sustituirla por una supuesta “religión natural” construida en base a sentimientos puramente humanos.

La apostasía continúa el camino del laicismo y combate la Fe previamente negada, provocando la abjuración y la negación explícita, prefiriendo “el Reino de Satanás y la potestad de las tinieblas”. (Pío XI), cualquiera que sea la denominación que se les dé: Nuevo Orden Mundial, Globalización, Contracultura Acuariana, New Age, etc.

Todo esto conlleva frutos por demás amargos: discordia, codicia, rivalidades, egoísmo, desmembración de la familia, y una “epidemia de errores heréticos”. (Pío XI)


Ante tales males, Pío XI propone una Doctrina, un Amor y un Combate:

La Doctrina: la Realeza de Jesucristo, tanto en un sentido metafórico, como en un sentido propio.
El Señor de todas las excelencias debe ejercer su imperio sobre las inteligencias por ser la Verdad, sobre las voluntades por ser el Bien y sobre los corazones por ser la Caridad.

Cristo es Rey por derecho de naturaleza y de conquista. Por el misterio de su unión hipostática y por la suprema generosidad de la Redención. Y su autoridad suprema de legislador, ejecutor y juez, no lo es sólo en el orden de las realidades del espíritu. También las realidades temporales deben someterse a su imperio.

Confiesen a Cristo los particulares y confiésenlo también los entes públicos, pues sólo Él es la fuente de todos los bienes para ambos, ya que, conforme explicaba San Agustín, las causas de la felicidad y prosperidad de los ciudadanos no pueden ser distintas que las causas del honor y del decoro de los estados.

“No nieguen los gobernantes el culto y la obediencia a Cristo, tanto personal como público, si quieren conservar su autoridad y mantener la grandeza de su Patria” (Pío XI)

Y para esta Realeza de Nuestro Señor, no es suficiente un principado honorífico o metafórico.

El reinado de Cristo debe tener una aplicación concreta, tanto mediante la ley que sanciona, como mediante la Gracia que justifica. La potestad de Cristo no puede ser mediatizada. La soberanía social de Jesucristo es una obligación moral de todos los bautizados, y el mayor bien privado y público al que se puede aspirar.

Todas las políticas modernas, que han destruido la confesionalidad del estado, en pos de un mentiroso bienestar material han fracasado. Y han fracasado, porque es y será eternamente cierto, que primero hay que buscar el Reino, para poder así merecer la añadidura.

Un Amor: El amor a la Cruz que supone desprendimiento y entrega abnegada. Amor que es vertical, en su amor a Dios, y horizontal, en el amor al prójimo, complementándose el segundo por la virtud del primero. Amor que produce la auténtica libertad por ser hija de la Verdad y la paz que es bienaventuranza y no humana transacción.

Un Combate: “el deber de militar con infatigable esfuerzo bajo las banderas de Cristo Rey” (Pío XI).

El Reinado de Satanás tiene su corte de aliados: la Masonería, Sinagoga de Satanás. Y este reinado de las tinieblas sólo puede ser enfrentado con el Reinado absoluto del Rey de Reyes y Señor de Señores.

No debemos olvidar además que el Divino Rey quiso tener a su lado una Reina: María. Señora y Soberana. Reina de todo lo creado. Por su divina maternidad y también por derecho de conquista: María Corredentora del género humano.

Vestida de sol y coronada de estrellas. Fuerte como un ejército en orden de batalla. Reina de los Ángeles. Reina de todos los Santos. Reina de la Paz.

Y en nuestro contexto histórico-cultural, Reina de Hispanoamérica, desde el Santuario de Guadalupe, hasta los rosarios que manos varoniles dejaron enterrados en Malvinas. Ella nos dará la fortaleza y el valor necesarios para el combate.

Combate en el que no sirven los neutrales, ni los abstencionistas ni los componedores de opiniones. La batalla espera con dos campos bien dispuestos, clara e inexorablemente enfrentados.

Hemos elegido Caudillo, Divisa y Reina.


CRISTO REY Y MARÍA REINA.

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