Del 27 al 29 de octubre de 2006
en el Gimnasio de la Universidad Autónoma de Guadalajara

Es el Cristianismo la Religión más Santa de la Tierra

Por Greta Villaseñor
                   
“La conversión como camino de salvación”, es un tema que hace alusión a la búsqueda que realiza el hombre hacia la verdad divina,un cambio radical que ocurre con el pensamiento de la persona y que lo hace volverse a una vida en comunión con Dios.

En la segunda jornada del Foro Internacional Fe y Ciencia 2006, organizado por la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), se desarrolló esta reflexiva conferencia, encabezada por el Dr. Rafael Breide Obeid, destacado profesor en Letras, abogado y con estudios avanzados en Filosofía, quien relató a los asistentes la conversión de cuatro personajes que encontraron la fe verdadera y la proclamaron hasta el final de sus días: San Justino, Al Hallâj, Juan Diego Cuauhtlatoatzin y Eugenio Soli, gran rabino de Roma.

San Justino, de origen samaritano, como él mismo se calificaba, paseaba un día junto al mar, meditando acerca de Dios, se le acercó un anciano, el cual le dijo que si quería saber, estudiara la religión cristiana, porque era la única que hablaba de Dios debidamente, de manera que el alma queda plenamente satisfecha.

Así pues, en la Sagrada Escritura es que Justino encontró maravillosas enseñanzas que antes no había logrado encontrar, y a los 30 años se convirtió en cristiano.
El Dr. Breide Obeid explicó también que después de esto es que Justino se propuso recoger todas las pruebas que pudo, en las que se comprobaba filosóficamente que el cristianismo es la religión más santa de la tierra y publicó sus "Apologías" en favor de la religión de Jesucristo.

Roma fue el lugar en la que fundó una de las primeras escuelas catequísticas cristianas, que se puede designar como los primeros estudios científicos del dogma.
Además de estas apologías, otra de sus grandes obras fue el diálogo o escrito jurídico en el que defendía a los cristianos que eran calumniados y calificados como amorales y desleales por seguir la religión católica.

Durante su estancia en Roma Justino tuvo una gran discusión filosófica con un pensador llamado Crescencio, en la cual le logró demostrar que las enseñanzas de los cínicos (que no respetan las leyes morales) son de mala fe y demuestran ignorancia en lo religioso.

Crescencio, lleno de odio, al sentirse derrotado por los argumentos de Justino, dispuso acusarlo de cristiano, ante el alcalde de la ciudad.

En aquél entonces había una ley que prohibía declararse públicamente como seguidor de Cristo y fue así que él recibió martirio junto con otros seguidores, cortándoles la cabeza. Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte”, fueron sus palabras.

En cuanto a All Hosayin ibn Ghazur Al Hallâj, que en un principio era musulmán, el expositor de este foro dijo que éste encontró la luz de la fe precisamente a través del estudio de la vida y obras del primero.

De acuerdo con el expositor existe cierto paralelismo entre la figura de Al Hallâj y Jesucristo y narra: “Las acusaciones contra el místico árabe son numerosas y guardan una curiosa analogía con el proceso de Jesucristo. Se pueden reducir a tres cabezas: delitos comunes, delitos políticos y, finalmente, el gran delito religioso de haberse hecho igual a Dios”.

La primera acusación fue de haber hecho milagros públicos, acusación que se vuelve después delito de magia negra y por lo tanto iba contra el Corán.

También es acusado de rebelarse contra el poder político, sin embargo la acusación capital, que le acarreó la condena, era religiosa: herejía y sacrilegio: usurpar los derechos divinos del Imán, único competente para dirigir la predicación y el culto; ponerse por encima de toda autoridad temporal o espiritual; en fin, ponerse en el plano trascendente, en el plano de Dios.

El núcleo del proceso fue la unión mística con Dios (transformada en acusación de haberse hecho Dios), unión mística que el Cristia­nismo admite como posible, y también el Islamismo en sus esferas espirituales y esotéricas.

Cabe señalar que Al Hallâj es el continuador, el representante y la cumbre de una larga escuela de grandes ascetas y místicos, escuela que poco a poco había elaborado una complicada y refinada doctrina teoló­gica, apoyada en el Corán. No iba contra de este sino contra la masa de interpretaciones, comentarios y tradiciones humanas que rodeaban el Corán.

Respecto a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, mencionó que surge de una mítica civilización de la América prehispánica que anhelaba la luz de la razón y del misterio, de una civilización que a la llegada de los españoles llevaba la muerte en el alma y lograba expresarla en sus imágenes religiosas.

Los aztecas creían en el sol, la luna, las estrellas jeroglíficos e ideogramas que estaban poseídos por el demonio y es en este contexto que la Siempre Virgen María de Guadalupe se dignó descender de los cielos para mostrase a Juan Diego, quien recibiera la luz de la fe a los 50 años.

El “milagro de las rosas”, mediante el cual la Virgen pedía se le levantara un templo que sirviera para desde ahí brindar sus bendiciones, fue el germen de una gran estirpe.
El último de los personajes es Eugenio Soli, gran rabino de Roma. De origen polaco, quien después de hacerse amigo de un niño cristiano ve en su casa un Cristo y al preguntar a sus padres y sacerdotes judíos quién es, sólo le dicen que se dedique al estudio judío, lo cual no le fue suficiente y se dedica a estudiar las profecías que hablan sobre la venida de Cristo.

Entre ellas se encuentran su nacimiento en Belén, crucifixión y muerte; esto marca su vida y aún cuando estudió para ser rabino, se identifica con la religión católica.

Durante la época de conflictos previos a la II Guerra Mundial es perseguido, pero es protegido por el Papa Pío XII y es asilado en un convento carmelita; al tiempo pide su conversión al cristianismo. Se le pide que renuncie al rabinato y cuando lo iba a hacer es perseguido por sus propios correligionarios. Finalmente es bautizado y emprende una importante obra en defensa de la Iglesia. Muere en la extrema pobreza.

La Conversión ocurre una sola vez y para siempre y así sucedió con estos personajes que entregaron su vida, verbo y sangre a Dios.

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