Explican el Origen del Rechazo al Papa Pío X
Por Seúl Martínez Ascencio
Pío X es el Papa “maldito”, ignorado, impresentable, insoportable, mal visto, por decir sólo algunos de los muchos epítetos y actitudes que ha recibido, entre otros motivos, por haber hecho frente al enemigo infiltrado en la Iglesia Católica, y por eso lo han tratado con tanta severidad.
Lo anterior lo señaló el Dr. Miguel Ayuso, docente, investigador y escritor, quien preside la Confederación Española de Juristas Católicos, en su expresiva conferencia dentro del Foro Internacional de Fe y Ciencia, en el renglón de Héroes y Santos en la Iglesia, titulada “San Pío X, el Último Papa Santo”.
En el segundo día de este Foro, que se desarrolla en el Gimnasio de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), el Dr. Ayuso, doctor en Derecho, dijo que Pío X fue un Papa que no supo hacer marketing.
El programa del pontificado de San Pío X lo resumió de la siguiente manera: “Restaurarlo todo en Cristo, a fin de que Cristo sea todo en todos”.
José Sarto, después Pío X, nació en Riese, cerca de Venecia, Italia en 1835 en una familia humilde. Fue el segundo de diez hijos. Una vez ordenado fue vicepárroco, párroco, canónigo, obispo de Mantua y Cardenal de Venecia hasta 1903, cuando es elegido Papa.
Una de las principales preocupaciones de Pío X, expresada en la encíclica Acerbo Animis, del 15 de abril de 1905, es asegurar el conocimiento y la transmisión de la fe por medio del catecismo que hasta hoy lleva su nombre.
La caridad de José Sarto con todos quedó de manifiesto desde los primeros años de su sacerdocio, hasta el punto de convertirse en legendaria: era diligente en darlo todo y nunca tenía una moneda en el bolsillo, y se le conoció de cuna pobre y de vivir como tal.
El cardenal Merry del Val, su secretario de estado, presentó el siguiente testimonio: En todos sus actos, se inspiraba siempre de pensamientos sobrenaturales, y manifestaba que estaba unido a Dios. En los asuntos más importantes, dirigía la mirada al crucifijo y se inspiraba en él; en caso de duda, aplazaba su decisión y tenía costumbre de decir, mirando siempre hacia el crucifijo: “Él lo decidirá”.
Pío X publica el 3 de julio de 1907 el decreto Lamentabili, que enumera los errores modernistas, otro de los motivos por los que fue atacado; dos meses más tarde, la encíclica Pascendi, en la cual expone magistralmente en qué resulta contrario el modernismo a la sana filosofía y a la fe católica.
“No os dejéis engañar por las sutiles declaraciones de quienes no cesan de afirmar que quieren estar con la Iglesia, amar a la Iglesia, luchar para que el pueblo no se aleje de ella. Sino que debéis juzgarlos según sus obras. Si desprecian a los padres de la Iglesia e incluso al Papa, si intentan por todos los medios sustraerse a su autoridad a fin de eludir sus orientaciones y sus opiniones, ¿de qué Iglesia intentan hablar esos hombres? Ciertamente, no de la que se construyó sobre los cimientos de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús (Ef 2, 20)”.
Algunos escritores han presentado al Papa Pío X como a un enemigo del progreso, de tal forma que su pontificado habría estado polarizado por “la caza a los modernistas”. Por eso lo definía el Santo Padre como la síntesis y la confluencia de todas las herejías que intentan destruir las bases de la fe y aniquilar el cristianismo.
Abrió la posibilidad de la comunión frecuente, e incluso diaria, para todos los que la desean. Les basta con estar en estado de gracia y con tener recta intención, es decir, comulgar “no por costumbre o vanidad, o por motivos humanos, sino para dar satisfacción a la voluntad de Dios, unirse a Él de manera más íntima mediante la caridad y, gracias a ese divino remedio, luchar contra los propios defectos e imperfecciones”.
Para responder científicamente a las objeciones de la ciencia y de la exégesis modernista, el Santo Padre funda en 1909 el Instituto Bíblico, otorgándole la misión de profundizar en los estudios de orden lingüístico, histórico y arqueológico, favoreciendo de ese modo un mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras. Está firmemente convencido de que nada tiene que temer la Iglesia de la verdadera ciencia, y de que los métodos de investigación más modernos pueden y deben ponerse al servicio de la fe.
En los comienzos de su pontificado, Pío X escribía: “Buscar la paz sin Dios resulta absurdo”. Desde hacía tiempo había previsto y predicho a menudo una gran guerra entre las naciones europeas, por lo que multiplica sus gestiones diplomáticas para evitar esa tragedia. A pesar de todo, el verano de 1914 estalla la primera guerra mundial.
El 15 de agosto, un malestar general se apodera de él, y el 19 se encuentra a las puertas de la muerte. “Me entrego en manos de Dios” -dice con una tranquilidad sobrenatural-. Hacia mediodía le administran los últimos sacramentos, que recibe, tranquilo y sereno, con lucidez de espíritu y admirable devoción.
El 20 de agosto de 1914, a la una de la madrugada, santiguándose lentamente y juntando las manos, como si estuviera celebrando la Misa, y tras besar un pequeño crucifijo, el Sumo Pontífice entra en la vida eterna.
Nada más apropiado para este Foro Internacional Fe y Ciencia en la UAG fue el tema de San Pío X, beatificado en 1951 y canonizado en 1954, ya que fue un Papa convencido de que la Iglesia no tiene nada que temer de la verdadera ciencia y de que los métodos de investigación más modernos pueden y deben ponerse al servicio de la fe.
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