Del 27 al 29 de octubre de 2006
en el Gimnasio de la Universidad Autónoma de Guadalajara

Relatoría Sexta Conferencia

Fecha:

Sábado 28 de Octubre

Hora:

11:00

Conferencia:

Héroes y Santos en la Política: Gabriel García Moreno

Expositores:

R. P. Alfredo Sáenz

Moderador:

Lic. Antonio Leaño Reyes

Relatores:

Dr. Ernesto del Castillo Calleros
Ing. Ignacio Sánchez Ramírez

Gabriel García Moreno

En Guayaquil  el año 1821, nació Gabriel García Moreno, octavo hijo de  Gabriel García Gómez y de Mercedes Moreno. A los quince años comienza sus estudios de filosofía y leyes en la Universidad de Quito. El ambiente cultural que le rodeaba era racionalista y laicista, abiertamente hostil a la Iglesia, y en la vida política todo era mentira y corrupción. Viendo así la situación, no se limitó a lamentarse, sino que se decidió a ser un político católico.

A los veinticinco años obtiene García Moreno el doctorado. Como escritor de combate, lanza sucesivamente varios periódicos, El Zurriago primero, La Nación después. Pacifica en una semana, como enviado del presidente Roca, una sublevación sangrienta producida en Guayaquil.

Viaja a Europa, a Inglaterra y Alemania, y en Francia se reafirma definitivamente en su vocación política. Se reintegra en 1850 al Ecuador, y consigue el regreso de los jesuitas, cosa que los masones no podían tolerar. El general Urbina los  expulsa de nuevo, alegando que la real cédula de Carlos III, española, de 1767, estaba vigente.
García Moreno ataca duramente desde el semanario La Nación la política de Urbina, y éste, en 1853, le destierra a Colombia. En 1855 vuelve a París preparándose para su misión.  Le interesan todos los temas: matemáticas y ciencias naturales, ingeniería y filosofía, agricultura e historia. Por aquel tiempo estudió a Donoso Cortés, y leyó tres veces la Historia universal de la Iglesia católica, de Rohrbacher, editada en 29 volúmenes, la obra que más influyó en su formación doctrinal y espiritual.

Con  estudios consolidó  su pensamiento católico, por aquellos años, sin embargo, había abandonado las prácticas religiosas. Un día, en una discusión con un ateo, éste le echó en cara su inconsecuencia, y Gabriel fue vencido por la gracia de Dios. Se confesó en seguida y desde entonces participó en la eucaristía diariamente.

A fines de 1856, una amnistía proclamada por el general Robles, sucesor del general Urbina, permite el regreso de García Moreno. Es elegido alcalde de la ciudad de Quito en 1857, y poco después rector de la Universidad, y senador por la oposición.

Después de veinticinco años de gobiernos liberales y despóticos, se hizo en 1860, gracias en buena parte a García Moreno, una nueva Constitución, y él fue elegido para presidir el gobierno. Comienza inmediatamente una obra formidable; organiza  la hacienda, la enseñanza y el ejército; establece un Tribunal de cuentas; se reducen las tasas fiscales. Derrocha ardor para combatir con energía la especulación, el contrabando y la burocracia, acometiendo asimismo las obras de vialidad del país. Sus pasos giran en torno al establecimiento de un régimen civil, encaminándose a la instauración de un Estado católico.

En 1862 se estableció el Concordato ecuatoriano con la Santa Sede. En 1863 se celebró un Concilio nacional, en el que se restauró, entre otras cosas, la disciplina del clero. Llegaron al país no pocos religiosos extranjeros. Y por primera vez en muchos años el Ecuador, país con inmensa mayoría de católicos, pudo vivir en una atmósfera favorable a la Iglesia y a la vida cristiana. Sin embargo, la obstrucción sistemática de liberales y radicales, y la ambición hostil de Colombia y Perú, cuyos masones confraternizaban con Urbina, mantuvieron la vida política en una tensión continua y en un peligro permanente.

En 1868, García Moreno prepara su retiro de la vida pública. Le siguen en la presidencia, sucesivamente, dos hombres de su confianza, Carrión y Espinosa; pero estos políticos, siendo débiles, ponen otra vez el país al borde de la anarquía. García Moreno entonces, anticipándose a Urbina, que se preparaba para dar un golpe de estado, convoca la Convención de 1869, en la que se reforma la Constitución del estado y de nuevo es constituido presidente.

Al morir García Moreno, la primera enseñanza, respecto a los tiempos de Urbina, se había multiplicado por cuatro; la Universidad de Quito era una de las mejores de América; se inició el restablecimiento entre los indios de los poblados misionales, que habían sido tan admirables; el ejército  había sido reorganizado al servicio de la nación; los funcionarios, reducidos de su número , cumplían su horario laboral y se habían eliminado casi por completo las cuantiosas deudas contraídas en los anteriores decenios de corrupción política.

García Moreno fue siempre un político absolutamente convencido de la veracidad de la doctrina política y social de la Iglesia. Fiel a la doctrina de la Iglesia, entonces presidida por Pío IX, estaba persuadido de que sólo podía edificarse el bien común temporal de una nación cristiana respetando en todo las leyes Dios.

Por eso cuando en 1864 Pío IX publicó el Syllabus, y muchos, incluidos católicos, atacaban el documento, él decía: «No quieren comprender que si el Syllabus queda como letra muerta, las sociedades han concluido; y que si el Papa nos pone delante de los ojos los verdaderos principios sociales, es porque el mundo tiene necesidad de ellos para no perecer».

García Moreno, por lo demás, era plenamente consciente de la singularidad provocativa de su política. Pero esa misma conciencia le confirmaba la urgente necesidad de firmeza en su política. En efecto, se decía a sí mismo: «este país es incontestablemente el reino de Dios, le pertenece en propiedad, y no ha hecho otra cosa que confiarlo a mi solicitud. Debo, pues, hacer todos los esfuerzos imaginables para que Dios impere en este reino, para que mis mandatos estén subordinados a los suyos, para que mis leyes hagan respetar su ley».

En su mensaje al Congreso, en 1873, declaraba: «Pues que tenemos la dicha de ser católicos, seámoslo lógica y abiertamente; seámoslo en nuestra vida privada y en nuestra existencia política».

García Moreno fue formado en la devoción al Corazón de Jesús, y siendo ya presidente, a Él quiso consagrar el Ecuador, la nación entera, y para ello presentó consulta al tercer Concilio, reunido por entonces en Quito. Obtenida la licencia eclesiástica, y con el voto mayoritario del Congreso, se realizó en 1873, con gran solemnidad y fervor popular, la consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús. Fue la primera nación del mundo que lo hizo.

Gabriel García Moreno pudo ser un político verdaderamente católico porque era un hombre católico en verdad. En una de las últimas páginas de La imitación de Cristo, anotó, con ocasión de unos ejercicios espirituales, entre otras normas: «Oración cada mañana, y pedir particularmente la humildad. En las dudas y tentaciones, pensar cómo pensaré en la hora de la muerte. ¿Qué pensaré sobre esto en mi agonía? Todas las mañanas, escribir lo que debo hacer antes de ocuparme. Todo ad majorem Dei gloriam exclusivamente. Examen antes de comer y dormir. Confesión semanal al menos»...

En 1874 había acuerdo entre las fuerzas políticas para reelegir por un tercer período presidencial a García Moreno. Pero también había un convencimiento generalizado de que sus enemigos no estaban dispuestos a soportarlo más.

Se produjo la tercera reelección de García Moreno para la Presidencia. Liberales y masones formaron en seguida un coro mundial de lamentaciones y protestas.

En  julio de 1875 escribe García Moreno su última carta a Pío IX, comunicándole la reelección: «Ahora que las logias de los países vecinos, instigadas por las de Alemania, vomitan contra mí toda especie de injurias atroces y calumnias horribles, procurando sigilosamente los medios de asesinarme, necesito más que nunca la protección divina para vivir y morir en defensa de nuestra religión santa y de esta pequeña república... ¡Qué fortuna para mí, Santísimo Padre, la de ser aborrecido y calumniado por causa de Nuestro Divino Redentor, y qué felicidad tan inmensa para mí, si vuestra bendición me alcanzara del cielo el derramar mi sangre por el que, siendo Dios, quiso derramar la suya en la Cruz por nosotros!». Y el 4 de agosto le escribe a un amigo: «Voy a ser asesinado. Soy dichoso de morir por la santa fe. Nos veremos en el cielo».

El 6 de agosto de 1875, como de costumbre, fue a la iglesia para la misa de las seis. Sus asesinos, un pequeño grupo impulsado por los escritos incendiarios del liberal Juan Montalvo, le acechaban. Más tarde entra García Moreno un momento en la Catedral para hacer una visita al Santísimo. Cuando sale a la plaza, un tal Rayo le descarga un machetazo en la cabeza, seguido de otros, en tanto que sus cómplices disparan sus revólveres. Fueron en total catorce puñaladas y seis balazos. Muere exclamando: ¡Dios no muere!

El cuerpo de García Moreno es introducido en la Catedral, donde recibe, ya agonizante, la Unción sacramental. Al morir llevaba consigo una reliquia de la Cruz de Cristo, el escapulario de la Pasión y el del Sagrado Corazón, y el santo Rosario.

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