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Foro Internacional Fe y Ciencia 2015

 

Justificación

La Universidad Autónoma de Guadalajara, desde el momento de su fundación, ha manifestado su adhesión a los principios filosóficos con los que sigue comprometida, siendo éstos el fundamento de su quehacer universitario: Búsqueda de la Verdad; Libertad de Cátedra; Honestidad; Coherencia; Integridad; Responsabilidad social; Compromiso; Liderazgo; Testimonio y Fidelidad.

El motor de la vida intelectual de la Universidad es la búsqueda honesta y apasionada de la Verdad, a través de las diversas disciplinas científicas. La Universidad, reconoce como un valor fundamental la búsqueda incesante de la Verdad, no limitada a fines utilitarios, sino abierta a toda la riqueza de lo real, dotando de un verdadero humanismo los estudios, y consolada con el gozo mismo que produce el descubrimiento y la comunicación de la Verdad.

Bajo el imperativo del non serviam (no serviré), el hombre contemporáneo, se encuentra solo, reducido a supuestos determinismos de diversa índole, sin saber quién es, por ende, sin saber a qué atenerse, naufrago en un mar de incertidumbres, tratando de encontrar, él mismo, algún peñasco al cual amarrar las ansias de durabilidad en las que ha engañado el irrenunciable llamado a la trascendencia característico de su naturaleza racional.

Ante la promovida renovación de la rebeldía primigenia, debemos volver a plantearnos en qué creer. Dios se reveló en su Hijo Jesucristo otorgando al hombre la clave mediante la cual ordenar sus capacidades racionales. Luego de la Revelación no hay ignorancia excusable respecto a la naturaleza de la persona humana, al sentido de la vida y por lo tanto, a los fines de la educación.

La naturaleza tiende a la perfección, pero la persona humana al ser una creatura libre debe educarse según el fundamento trascendente de la propia dignidad.

Educar a la persona humana según su naturaleza implica: a) reconocer lo que las cosas son, poniendo en acto todas las capacidades específicas según el orden de la propia naturaleza, b) realizar el esfuerzo que demande obrar en consecuencia dando a cada persona lo que corresponda según su dignidad y nuestro oficio, y c) rogar sin tregua las Gracias necesarias para perseverar bajo la guía del único que con propiedad puede ser llamado Maestro: Jesucristo.

En su obra “Educar en la virtud”, afirma el profesor Enrique Martínez que, “si dirigimos nuestra mirada a la pedagogía actual nos encontramos ante un rechazo generalizado a cualquier fundamentación filosófica y teológica, cuyo resultado ha sido la pérdida del fin que pretende la educación, que es la virtud, así como la observación interminable de su objeto material, del niño que debe ser educado.”

Santo Tomás afirma que el hombre fue creado “para gozo de Dios y perfección del universo”1, siendo la felicidad eterna el fin que por naturaleza le corresponde2. Esta “felicidad eterna es el bien perfecto del hombre”3, en virtud de lo cual se dice que “el fin último de la criatura racional es conocer la bondad divina ya que en esto consiste la beatitud (felicidad)”4 a la cual el hombre está llamado.

1 (De Malo, q. 16, a. 4, ad 16, 490-493)
2 (De Malo, q. 5, a. 5, s.c.1., 147-148)
3 (De Malo, q. 7, a. 11 in c., 182-183)

4 (De Malo, q. 9, a. 1, ad 4, 190-192)

El fin último de la vida cristiana es la salvación del alma, la santidad personal, la contemplación de Dios o la semejanza divina.

El fin último sobrenatural es la razón de ser y determina la naturaleza de una escuela católica. Este fin, al cual se ordena el fin próximo que específica la misión del educador cristiano y de la escuela católica, habitualmente se da por supuesto porque dentro de tal fin se enmarca y fundamenta el proyecto educativo de una escuela católica, sin embargo, dada la situación de crisis por la que estamos atravesando parece atinado volver a ponerlo expresamente entre las cuestiones fundamentales que deben ser consideradas.

El fin próximo se cifra en el descubrimiento y cultivo de la vocación personal, porque dentro de la concepción católica de la persona humana el desarrollo de la vocación personal es el modo en que se concibe la realización del proyecto de vida al que cada uno está llamado.

La educación tiene, como  proceso de conocimiento, tres momentos básicos:

a) El educare o instrucción: momento en el cual brindamos al educando los conceptos y la metodología (a esto llamamos contenido de las asignaturas) que le posibilitan pasar de lo que conoce a lo que se le propone para ser conocido;

b) La reflexión: momento de autoconciencia en que el educando volviendo sobre sí mismo y sobre lo que se le ha enseñado, contempla lo que se le ha presentado hasta aprenderlo (hacerlo propio);

c) El exducere (llevar fuera): momento en el cual el alumno manifiesta el resultado de la asimilación, mostrando lo que ha aprendido con las notas particulares que imprime el aporte de su creatividad personal.

Es por esto que, ser persona educada, es saber convivir al servicio del bien común dando testimonio de la verdad.

Hay un cuarto momento, en el que se pone de manifiesto el resultado (la efectividad) del proceso educativo en la dimensión comunitaria que se designa como convivencia o capacidad de convivir en armonía, en cuanto objetivo que conforma la misión educativa.

Razón por la cual, es difícil encontrar una definición de educación más completa y profunda que la otorgada por Santo Tomás de Aquino: “conducción y promoción de la prole (hijos) al estado perfecto del hombre en cuanto hombre que es el estado de virtud”5

Concomitante e inseparable a la vida de la Comunidad es la educación. Se da en todo sitio donde conviven varios humanos porque responde a una exigencia vital de toda sociedad: la de perpetuar su fisonomía, la de servir como instrumento en la transmisión del patrimonio cultural y moral de una generación a otra, y la de ser, en definitiva, vehículo para que las características de la colectividad se continúen y se acrecienten.

La educación es, en éste sentido, una sucesión de elementos que se otorgan a los nuevos componentes del grupo social, que a su vez pueden enriquecer el patrimonio, y cederlo, a su tiempo, a sus seguidores. La educación actúa por variados caminos, pero a medida que una sociedad se desenvuelve, la transmisión  se realiza a través de la influencia familiar. El gran educador Tihamer Toth afirma que en los primeros cinco años de su vida el niño debe aprender sobre todo tres virtudes: la obediencia, niño que no obedece manda, la veracidad y el pudor.

   Ampliados los conocimientos familiares, la educación no puede quedar, en un momento dado confinada a el ámbito estrecho de la familia, por lo tanto se encauza en instituciones –colegios, escuela, liceos, universidades, etc., etc.

   Tiene la educación, entonces los matices de cada cultura, y los modos de actuar de ésta, de acuerdo con cada época y con cada conglomerado, aunque es evidente que, como trasfondo necesario a toda gesta cultural y educativa, se encuentra siempre – sin que haya manera de que pueda soslayársele- el hombre con su esencial contextura, con sus aspiraciones, con su dolor y sus desplantes, en la búsqueda de sí mismo y de su destino.

   La educación tiene funciones de sostén y ayuda, de orientación y estímulo creador, en proyección muy amplia. Su ámbito de acción se extiende a todo el pueblo, y por eso la educación constituye una labor básica y el modo de ser y en el modo de perpetuarse de ése mismo pueblo.

La universidad, es una comunidad de maestros y alumnos en busca de la Verdad; es una república de estudiantes porque estudiantes somos todos, maestros y alumnos;6 maestro que deja de estudiar deja de serlo para convertirse en repetidor de clases y caer en vacío verbalismo.

   La Universidad no ha de ser mera fábrica de profesionistas, sino motor de la cultura de un pueblo, cada universitario que egresa de las aulas es un soldado más en la lucha  por conquistar el porvenir de su pueblo; cada universidad es un organismo de doble acción; hacia adentro genera el adelanto científico, estimula y disciplina el talento, forma en sus aulas el estado mayor del pensamiento; y hacia fuera irradia su benéfica influencia sobre el cuerpo social y concreta en obras de beneficio, en hechos positivos, su tributo a la sociedad que la hizo posible y la sostiene y fortalece.

   Mas para poder realizar su cometido, es preciso que en la Universidad se estudie la realidad en plenitud y que se conozcan todas las doctrinas, de ahí la importancia de la Libertad de Cátedra.

   Es necesario que la Universidad esté a la altura de su tiempo, sin por ello olvidar el legado del ayer y lo esencial eterno. Recordemos la frase de Huizinga: “Hay que aceptar lo bueno nuevo sin olvidar lo viejo aquilatado”.

   Para cumplir su misión de servicio la Universidad ha de formar hombres completos, llenos de saber, plenos de carácter y henchidos  de responsabilidad. Es mucho lo que hay que hacer son muchas las necesidades de nuestros pueblos; pero no debemos olvidar  que nada perdurable puede hacerse sin preparación y sin ciencia.

Por su labor formativa, docente, de investigación y de extensión, la UAG, tiene como fundamento promover una auténtica actividad educativa en todos sus profesores, bajo la inspiración de los principios y normas de la Filosofía Perenne, que la Universidad Autónoma de Guadalajara asume como suya. Transmitiéndola a sus alumnos, a fin de crear un legítimo cuerpo educativo unido en comunidad de fines entre: autoridades, docentes, alumnos, administrativos y demás personal laboral de la UAG; con los padres de familia, a quienes busca siempre satisfacer coadyuvando a la formación de sus hijos, logrando de esta manera una influencia positiva y de servicio en la sociedad en general, por medio de una educación integral, basada en virtudes intelectuales, éticas y sociales. 

Por tal motivo, en esta ocasión, la Universidad Autónoma de Guadalajara, convoca al Foro Fe y Ciencia 2015 con el tema: “Educación: Fin, Fundamentos y Arquetipos”, con el fin de reafirmar su filosofía educativa y seguir dando testimonio de la labor formativa arraigada en la  vocación pedagógica, docente y didáctica durante más de 80 años.

5 T. de Aquino, Sum. Theol., Suplem. 3, q. 4 1, a 1.

6 Según la definición del Rey Alfonso X llamado el “Sabio”, expuesta en su obra “Las Partidas”.


 
 

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